Uno de los espacios más especiales y conmovedores del Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR) es su área de neonatos, donde cada día se libra una batalla silenciosa por la vida. Allí, un equipo técnico liderado por zootecnistas cumple un rol crucial en el rescate y supervivencia de cientos de animales silvestres que llegan en condiciones de extrema vulnerabilidad.
La zootecnia se convierte en una herramienta vital en la atención de neonatos e infantes que han sido abandonados, cuya madre ha muerto o que han sido arrebatados de su entorno natural a causa del tráfico ilegal de fauna. Zarigüeyas, ardillas y aves recién nacidas, por ejemplo, requieren una intervención especializada que va desde la nutrición adecuada hasta la crianza artificial sin impronta, es decir, sin que el animal asocie al ser humano como parte de su especie.
El diseño de dietas específicas, el control permanente de temperatura y la reducción del contacto humano son solo algunos de los retos que asumen estos profesionales. Gracias a su dedicación, el 75 % de los animales atendidos en la sala de neonatos logran avanzar a fases que permiten su recuperación y, eventualmente, su retorno a la vida silvestre.
En lo corrido de 2025, el área ha recibido un promedio de 250 neonatos mensualmente, de los cuales el 59 % son aves, el 29,5 % mamíferos y el 11,5 % reptiles o anfibios. Solo en junio, ingresaron 185 animales, con un claro predominio de aves (58,9 %), entre las que se destacan especies pequeñas como azulejos, mayos, golondrinas, canarios y verdulejos.
Desde enero hasta la fecha, más de 4.200 neonatos e infantes silvestres han requerido atención especializada, y más de 1.250 han sido asistidos con crianza artificial intensiva. Esta labor, que combina ciencia, experiencia y sensibilidad, representa un compromiso profundo con la biodiversidad del país y le ofrece una segunda oportunidad a quienes alguna vez estuvieron condenados a no sobrevivir.
El trabajo de los zootecnistas en el CAVR es un ejemplo de cómo el conocimiento y el cuidado ético pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte en el mundo silvestre.